domingo, octubre 21, 2007

Las Bibliomulas del Valle del Momboy

Cuentos que llegan en mula
Dos emprendedores "bibliomuleros" recorren los terrenos escarpados de Trujillo para llevar la lectura a los niños de las comunidades más remotas. En sus alforjas transportan cuentos infantiles, clásicos de la literatura y una computadora que son recibidas con frenesí por los pequeños.
Todo en Domingo los acompañó en esta cruzada admirable.
En abril de este año, el Banco de Libro fue acreedor del premio Astrid Lindgren Memorial Award, otorgado por el Consejo Sueco para la Cultura con base en Estocolmo. El premio es entregado a artistas, escritores, fundaciones o proyectos que mantienen una labor destacada en el área de cultura infantil en cualquier lugar del mundo, y es considerado hoy en día como una distinción análoga al premio Nobel para los dedicados al trabajo infantil, más allá de las coincidencias geográficas entre ambas fundaciones. Todo en Domingo compartió el recorrido por el Valle del Momboy con Aina Bergvall y Rikard Collsioo de la Sveriges Television AB, televisora sueca de larga trayectoria, quienes fueron enviados para la realización de un documental sobre el trabajo ejemplar del Banco del Libro y sus aliados en toda Venezuela. "Mucho increíble", fue uno de los comentarios soltados por Rikard en vista del esfuerzo para llevar la lectura a los niños en zonas tan remotas. Cabe pensar que ese mismo esfuerzo fue una de las cosas que más impresionó al comité que otorga el premio en Suecia.


LOPE GUTIÉRREZ-RUIZ junioruiz@gmail.com
FOTOGRAFÍAS GERARD UZCÁTEGUI gwuc@yahoo.com

Cenizo y Chiquito son dos mulas que lograron zafarse de la suerte de la mayoría de las mulas del mundo. Cuando sus cabezas se asoman por algún poblado del Valle de Momboy, en el estado Trujillo, son recibidas con todo menos indiferencia. Al final de cada uno de sus viajes por el escarpado paisaje trujillano, son bienvenidas por decenas de niños emocionados, ansiosos de que la valiosa carga que llevan en sus alforjas verde botella, sea descargada. Allí no llevan comida ni madera, ni paja; llevan, desde hace cuatro años y por lo menos una vez al mes, libros infantiles y de todo tipo, destinados a las comunidades más remotas del estado Trujillo, a los páramos y a los valles donde ningún vehículo a tracción logra llegar. Son las bibliomulas del Valle del Momboy.

La Topografía del Esfuerzo
"Para llegar al pueblo de Mocojó hay que atravesar el río Momboy 24 veces, porque hace un zigzag a todo lo largo de la ruta. Son unas tres horas de viaje agarrada a la crin de la mula, vigilando que no se mojen los libros cada vez que pasamos por el agua", comenta la profesora Cristina Vieras. Ella es la promotora comunitaria del proyecto Bibliomulas y, por más que cueste creerlo, es quien realiza ese trayecto de tres horas sobre una mula y atravesando ríos.
El proyecto de las Bibliomulas es una iniciativa de la Universidad del Valle del Momboy, una institución educativa privada fundada hace poco más de una década, con sede en la ciudad de Valera y una particular filosofía: la universidad no tiene dueño, no está afiliada a ninguna tendencia política o religiosa, no tiene fines de lucro, los beneficios anuales (dado que no existe un dueño) son siempre reinvertidos en la universidad y es, a todas luces, un organismo autogestionado. De esta universidad parte el programa RERE (Red de Escuelas Rurales Emprendedoras), un esfuerzo combinado de investigación y acción que se realiza en 25 escuelas rurales en el eje histórico La Puerta-Mendoza, en el Valle del Momboy, enclavado en pleno centro del estado Trujillo. La idea del programa es apoyar y fortalecer la gestión educativa en las escuelas rurales del Valle, y es por eso que se crean las Bibliomulas, que buscan desarrollar nuevas estrategias para la promoción de la lectura. "El programa plantea no sólo tener encuentros con los niños, sino también con los maestros y con la comunidad, para que juntos hagamos un plan que fomente el desarrollo rural comunitario, partiendo de la lectura y la promoción cultural como herramientas principales", relata Cristina, y la labor no se antoja sencilla, pues esas 25 escuelas rurales están repartidas en los puntos de más difícil acceso de todo el Valle: en las cimas de las montañas más altas, en los valles internos más remotos y en los campos más lejanos. De allí que haga falta recorrer el camino que ella realiza para entender el tamaño del esfuerzo.

Un viaje cueta arriba
El día de un "bibliomulero" –apodo cariñoso con el que se conoce a los involucrados en el proyecto– empieza con el despuntar del alba. Hace falta manejar por más de media hora para llegar a Tempé, localidad donde la Universidad del Valle del Momboy construye su sede y sitio en el que las mulas tienen su hogar. La idea es llegar en la mañana a las comunidades, para que el arribo de las mulas coincida con las clases en las escuelas y así se encuentren con la mayor cantidad de niños posible. El equipo que atraviesa solitario estos valles, donde no existe ni la recepción de telefonía celular, es de tres personas: Cristina Vieras y Roberth Ramírez como "bibliomuleros" –suerte de cuentacuentos, promotores culturales, agentes comunitarios e incansables voceros de la lectura y la imaginación– y Junior Vásquez, encargado del cuidado de las mulas y constante centro de atención de los niños, por ser con quien mejor se llevan las mulas, animales normalmente ariscos. Tras la salida de Tempé se encuentra un paisaje de belleza única, lleno de riachuelos, sembradíos y nubes bajas, pero también accidentado y empinado como pocos. El Valle del Momboy es quizás el más pequeño de toda Venezuela, pero, a la vez, uno de los más retadores topográficamente hablando: en pocas palabras, se va en mula porque ningún automóvil podría pasar por allí.

La fuerza de una mula

Cada alumno que logra acceso a la lectura gracias al programa REREBibliomulas se convierte en una nueva semilla para los que los rodean: sus hermanos, sus amigos no escolarizados, sus padres; de allí que sea difícil determinar el impacto total del programa en las comunidades. La suma sencilla del número de alumnos al que llega la iniciativa es de 1.878, repartidos en comunidades distantes. Aparte de los libros, el proyecto se extiende mucho más allá de la mera lectura con los niños: charlas relativas a la siembra, conservación de alimentos, eliminación de desechos sólidos y prácticas pedagógicas, forman parte de las actividades que realizan diariamente con los miembros de las comunidades locales, por lo que los objetivos del programa, siempre con la lectura como centro, apuntan al desarrollo integral de los poblados.




"El programa actual nació de la unión de dos voluntades", narra Roberth mientras su mula emprende el camino cuesta arriba. "Por un lado la Universidad Nacional Francisco de Miranda, que está en Coro, donó las mulas que cargan los libros, y por el otro, el Banco del Libro, que está en Caracas y es llevado por María Beatriz Medina, dio el primer donativo de libros, principalmente de corte infantil y publicados por Ediciones Ekaré, así como de otras colecciones". La unión con el Banco del Libro tiene una larga data y de hecho, el programa de las Bibliomulas es una recuperación (o adaptación) de un plan similar llevado a cabo décadas atrás en la misma zona por ellos, bajo el Programa de Bibliotecas Rurales que tuvo difusión en todo el país.
Roberth, nativo de Valera y adjunto al Banco del Libro por muchos años, es reconocido como el fundador del plan actual y su labor enfrente del mismo no termina al emprender el camino de vuelta a Tempé. "Puede parecer que sólo trabajamos como una biblioteca rodante, que presta libros para que los niños se lleven a casa y los anima a leer y usar la imaginación, pero lo cierto es que es un trabajo mucho más amplio, sólo piensa en lo rápido que se desgastan los libros en unas circunstancias como las nuestras, por lo que siempre hay que buscar textos nuevos y eso es apenas un ejemplo, imagina si hablamos de las mulas o las alforjas", dice Roberth.
Horas después, al llegar con la mula al colegio del pueblo La Laguna, nos recibe una estampida de niños inquietos. Sostienen sus libros en el aire, rodean la mula y esperan impacientes a que se abran las alforjas y puedan intercambiar el libro que han pasado un mes leyendo por otro distinto. Los títulos que eligen no pueden ser más heterogéneos: desde cuentos infantiles con apenas un par de palabras por página, hasta compilaciones de Andrés Eloy Blanco, Gabriel García Márquez, Dostoievski, Thomas Mann, Esquilo, Sófocles, Eurípides o Herodoto; todo tipo de libros se encuentran aquí gracias a los donativos recibidos en los años que lleva el programa. "Quizás una de las cosas más hermosas es cuando piden un libro sin figuritas, un libro que ya abandona el cuento infantil y entra en el territorio de la pequeña novela, como por ejemplo El Principi to. Allí es cuando te das cuenta que, efectivamente, la lectura y la imaginación están formando parte de sus vidas, que han encontrado un gusto por leer. Es algo que emociona mucho porque sientes que estás logrando un cambio", relata Roberth.

Ayuda por Internet

El programa de las Bibliomulas está inscrito dentro del Sistema para Declaración y Control del Aporte-Inversión en Ciencia, Tecnología e Innovación, un largo nombre para el mecanismo empleado por la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación para tender un puente entre las empresas que deben donar parte de sus ingresos a proyectos de desarrollo en base a lo estipulado por la Ley. Pero hasta el momento ninguna empresa ha destinado parte de sus fondos a patrocinarlos. Para mayor información sobre cómo poder colaborar con el programa se puede entrar a la página oficial del SIDCAI en: http://sidcai.oncti.gob.ve/, en la página de la Universidad del Valle del Momboy: http://uvm.edu.ve/ , o en la página oficial del Banco del Libro: http://www.bancodellibro.org/.

Oda a Cenizo
Una sencilla pared blanca en la escuela del pueblo de Calembé depara una última sorpresa. "Ahora mira esto", anuncia Cristina y de una alforja con forma rectangular extrae una computadora portátil y un proyector digital. Los niños se emocionan aún más y ante la pregunta de "¿cómo se llama esto?" soltada por Cristina responden todos al unísono: "computadooooooor". Tras un momento instalando el equipo en el salón se apagan las luces y empieza un documental sobre las aves de los Andes, comentado paralelamente por los niños que cuentan sus avistamientos. Ya los libros han sido intercambiados y en una lista se ha anotado el flujo de papel de una mano a otra. Tras el documental, una conversación sobre el mismo y una lectura compartida con los niños, llega el momento de partir si se desea estar de vuelta en Tempé antes de que caiga la noche y el frío sea aún mayor. Pero antes, los niños entregan una nota escrita por algunos de los más aficionados a la lectura: entre todos han redactado su primer poema y el tema no podía ser otro: las mulas. El poema, ejemplo conmovedor de poesía primeriza, sirve de despedida y recuerda que, a veces, basta sólo con creer en la gente para que cualquier esfuerzo valga la pena: "Si no fuera que recula muy linda fuera la mu la, cuando llega Cenizo a Calembe acompañada por otra mula y su jinete nos llevan libros muy bonitos para enseñarnos a leer más. Gracias por creer en la lectura de los alumnos de Calembe".

Fuente: Todo en Domingo (Diario El Nacional)

1 comentario:

Karina dijo...

Muy interesante esta iniciativa, Los felicito..Karina