jueves, enero 20, 2011

El mago de las maracas, Juan Ernesto Laya

Aldemaro Romero lo comparó con Paganini. Es el músico con el récord de más grabaciones registradas en el país. Juan Ernesto Laya, el maraquero de Ensamble Gurrufío, acaba de lanzar un disco ­con invitados de lujo­ en el que le saca máximo brillo a las taparas y los capachos. Aquí cuenta su singular historia

Magaly Rodríguez mrodriguez@el-nacional.com ­
Fotografías Marcel Cifuentes marcelcifuentes@gmail.com


Todo empezó con un antojo de su abuelo Juan de Jesús. En Valencia, a sus siete años, el pequeño Juan Ernesto terminaba su tarea y ya sabía lo que le esperaba: tarde fija de música y maracas. "Mi abuelo era maestro de obras de construcción y siempre quiso aprender a tocarlas; se compró unas pero nunca pudo, le parecía dificilísimo. Las guardó y dijo que cuando naciera su primer nieto se las iba a regalar para enseñarle". ¿Pero cómo se enseña lo que no se sabe? "Ponía la radio o un disco y me decía que donde hubiese percusión, tocara yo. Sergio Mendes con maracas, Los Cuñaos con maracas, Toña La Negra con maracas, Gualberto Ibarreto con maracas, Charlie Parker con maracas.

Bossa nova, vals, parranda, merengue, lo que cayera, con maracas", sonríe.

Lo que comenzó como un juego, se convirtió en una rutina que le fue ganando fama en la cuadra. Una familia vecina tenía un grupo de parrandas y adoptó al avispado Juan Ernesto como su mascotica maraquera.

Hasta sus maestras empezaron a hacerle propaganda. "Una vez fue a tocar a mi escuela Tomás Reyes, un gran arpista, y le dijeron que había un muchachito que tocaba maracas. Yo tenía 10 años y cuando me oyó me dijo que me quería llevar de gira con él. Fuimos a sacarle el permiso a mi abuelo y se puso contentísimo", recuerda. Luego cursó estudios en una escuela de música en Valencia y tomó clases con el maraquero Trino Morillo.

Desde entonces, el talento de "Layita" ­para los conocidos­ despegó. El agraciado agite de sus taparas comenzó a propagarse rápidamente en la escena llanera de Venezuela y Colombia. Se convirtió en maraquero de Dennys del Río, y al poco tiempo comenzó a trabajar en Caracas con Cristina Maica. De la mano del arpista José Archila, el bajista Gailabi Jiménez y el cuatrista Ramón Mota, creó un grupo con nombre de inspiración casi reguetónica: La Maquinaria Llanera. Era la época de los Atardeceres Llaneros y Laya comenzó a trabajar con los grandes: Teo Galíndez, Reinaldo Armas, Luis Silva, Rummy Olivo, Simón Díaz, el Carrao de Palmarito. De sus participaciones como representante de Venezuela en el Festival Internacional de Música Llanera de Villavicencio, en Colombia, obtuvo el primer lugar como mejor maraquero.

No conformes, lo distinguieron luego como el mejor maraquero de todos los tiempos en la historia del festival, título que todavía conserva.

Llámate a Laya, vale.

En 1997, el cuatrista Cheo Hurtado de Ensamble Gurrufío estaba haciendo un disco por su cuenta.

"Se llamaba Cuatro arpas y un cuatro, y los cuatro arpistas que eligió ­cada uno por su lado­ le recomendaron que yo tenía que participar en su disco". Hurtado lo llamó, oyó y entonces creyó.

Al día siguiente lo invitó a su fiesta de cumpleaños. "Cuando llegué estaban Aldemaro Romero, María Teresa Chacín, Claudia Calderón, Cecilia Todd, Serenata Guayanesa, Francisco Pacheco, El Pollo Brito y El Cuarteto", relata deslumbrado. "Gurrufío empezó a tocar y me invitaron a acompañarlos. Me sabía todo el repertorio porque lo practicaba desde chamo".

viernes, enero 14, 2011

Las conquistas de Marva Griffin, la gran dama de Milán

Nacida en El Callao, se ha transformado en la reina del diseño en Milán. Tanto, que en 1998 creó el Salón Satellite dentro del Salón Internacional del mueble de Milán, el evento de diseño mobiliario más encumbrado del planeta. Este año, en ese espacio se mostró de nuevo lo que los diseñadores del futuro tienen que contar. A propósito del Salón y su visita, Griffin recuerda su historia signada por una elegancia indeleble.

Jonathan Reverón elreveron@gmail.com / Twitter: @elreveron

Si ella no hubiese emigrado a principio de los años 70, perfec- tamente podría estar ahora en la Plaza El Jobo de El Callao echando cuentos con sus amigas o paseando a los nietos, aliviando los calores de estas fechas o pensando cómo mejorar el kalalú, el acrá o el ponqué antiguo tan famoso de la gastronomía antillana. Pero no fue así. Marva Griffin se casó, se volvió periodista, buscó Caracas y cuando esta capital le quedó chiquita, se fue divorciada, con un hijo pequeño y sumergió la esponja que es su mente en Francia, luego Inglaterra, hasta aterrizar en Italia, donde Milán la amarró para siempre. Todo aquello, más algo de suerte, una elegancia innata y su carisma guayanés, la convirtieron en lo que hoy es: la abeja reina del diseño, la artífice del Salón Satellite en Milán. El mismo que este año se celebró de nuevo para mostrar lo que los jóvenes diseñadores industriales con talento y mucho futuro tienen para mostrar.

Primer encuentro. Don Arman- do Scannone cumple 85 años.

Como siempre, se da cita en su casa del Country la historia viva del país. Durante toda la velada, una morena alta, vestida a lo Nina Simone, departe con el resto. Alguien atraído por el imán de esta diosa de ébano le pregunta: "Who are you?" "I’m Marva Griffin", contesta. El invitado, con copa en mano, le repregunta: "What do you do?" Ella vuelve a contestar: "Google me baby".

El buscador universal responde: "Marva Griffin es el nombre que todo joven diseñador susurra con temor". "Maravillosa Marva".

"Marva, la reina madre del diseño". "Una de las personalidades más reconocidas de Milán".



Son muchas las características que conforman su personalidad. Al iniciar el interrogatorio de rigor, Marva Griffin esquiva por alguna razón los pequeños detalles de su origen. "Tú no habías nacido", contesta cuando se le inquiere por fechas. Pero al ojo por ciento, calculando, elucubrando, podría rondar los 60 años. Nació en El Callao, en el seno de una familia de ocho hermanos. "Allá las tortas de mi mamá eran muy famosas. Yo no sé preparar ningún postre, porque mientras mis hermanas estaban en la cocina yo arrancaba las cayenas, las calas y decoraba la casa". Ese es el mismo hogar al que después de 40 años, sigue regresando con la religiosidad de un par de veces al año. Su apartamento de Caracas ­a juzgar por las piezas y su decoración­ delata que se fue de acá en los años 70. "Yo adoro estar aquí: mira mis sábilas, las palmeras, la ventilación, el clima... ¿Por qué regreso? Porque es mi casa, es mi país, está mi familia, están mis amigos". Lo dice con humildad, con una sonrisa muy blanca y el optimismo tatuado en la frente.

"Yo soy optimista, ¿tú no eres? Hay que serlo".

Con la profesión de periodista, un hijo y el título de divorciada, se fue de Caracas. "Me fui para probar suerte, otras experiencias, otra cultura, otro idioma". Recorrió Europa y con sus nociones de italiano, tocó la puerta en busca de empleo.

Descolgó el cartelón de "se busca periodista" en una empresa fabricante de muebles y allí comenzó el roce con el mundo del diseño y afines. "Comencé a tener conocimiento del negocio, hice muchas relaciones públicas, vi cómo nace el producto".

Supo torear bien su capote de inmigrante latina y llegó a trabajar con Piero Ambrogio Busnelli, fundador del imperio B&B dedicado al mundo del mueble. Sin perder tiempo, colaboró para publicaciones como Maison & Jardin, Vogue Decoración, American House & Garden y Vogue. Las buenas relaciones y el conocimiento adquirido la convierten en organizadora de la feria de textiles más importante del mundo en Venecia, aunado a su ingreso al comité de Arquitectura y Diseño del Moma en Nueva York.




Madrina de los sueños realizados. Desde que es la responsable de llevar la prensa y relaciones públicas del Salón Mundial de Diseño, sobre el escritorio de la oficina de Griffin en Milán comenzaron a reposar montañas de prototipos. Eran bocetos de estudiantes, debutantes sin el apoyo de la industria y con la necesidad de ser descubiertos.

Hace 13 años y en sociedad con otros organizadores del Saloni, nació "la mascota" de todo este magno evento: El Salón Satellite. "Por trabajar con las revistas algunos muchachos me conocían, me veían en las ferias y sabían que colaboraba para distintas publicaciones. Siempre me decían: `Ay señora Marva, yo diseñé una mesa, ¿cómo hago para presentarla?’ Entonces pedí el apoyo al salón mundial del mueble en Milán y me dieron un espacio".

Desde una gruesa modestia pero con gestos de madre orgullosa, lo que Griffin llama "espacio" hoy en día es semillero de los diseñadores de los muebles del futuro. Diseñadores como Patrick Jouin, que fue asistente de Philip Stark, vio luz en el salón Satellite fundado por Griffin.

Jouin es ahora quien decora todos los restaurantes del célebre chef francés Alain Ducasse.

Este salón se ha convertido en un espacio caza talentos.

Los diseñadores industriales más prometedores del mundo son vistos por los grandes fabricantes. En 2007 se produjo una muestra con el seguimiento a los noveles expositores. La exposición llamada A Dream Come True hoy se recoge en el libro Averatti y muestra donde se encuentran hoy en día aquellos muchachos que esperaban por alguien que fabricase sus ideas. El criterio de selección cada año es más competitivo y para hacerlo más justo, el jurado es integrado por los pioneros del Salón Satellite, distintos conocedores y críticos de la arquitectura y diseño mundial. Este año 700 participantes y 25 escuelas de diseño de todo el planeta se dieron cita en Milán. La obra del hada de El Callao se sigue multiplicando, para bien del diseño del planeta.


Fuente:
Revista Todo en Domingo

miércoles, enero 05, 2011

Sumito Estévez, resalta los sabores del país

Mi vida se mueve al ritmo de los olores, me disparan sensaciones que luego se convertirán en platos, quizás sea la razón por la cual durante mi infancia, pasaba tanto tiempo en la cocina de mi madre.

El Carabobeño
Dhameliz Díaz /
Fotos: Mariana Yépez


"Trátame como cocinero", aclara al distinguirlo circunspectamente como chef, famoso en el continente americano. "El chef es el que está al mando de una operación, el jefe de un restaurante, no el que está en la cocina". Sumito Estévez vive de los olores que despiden sus fogones ahora en Margarita, a donde fue a parar en una especie de jubilación a los 45 años. Su fantasía de tener un comedero frente al mar, lo impulsó desandar sus pasos en Caracas para comenzar una nueva aventura en la Nueva Cádiz de los españoles conquistadores. "Mi esposa me preguntó un día ¿por qué mi sueño tenía que ser un retiro y no la vida? Tomamos la decisión. No doy un paso si no tiene por lo menos un año de maduración".

Amigo de una vez, no se ha engolosinado con la fama. Gentil, acepta que en el ajetreo para recoger las maletas en el aeropuerto de Miami, unas jóvenes lo asedien para tomarse una foto con él. Sonríe afable y se mueve hasta donde le indiquen para exponerse al flash.

Toma la mano de su esposa Silvia arrastrando cada quien su equipaje, cuando otra joven pareja, le pregunta, si él es quién cree que es. Humilde, con una sonrisa como respuesta, se detiene para que puedan tomarle la foto.
 
 
Se divierte tanto haciendo su programa en Gourmet, el canal por cable especializado en el arte de cocinar, que decidió que la rutina del espectáculo sería parte de su vida. Así que disfruta con sencillez el éxito, el reconocimiento público y jamás se queja de las exigentes jornadas para grabar cada programa, en las cuales tiene que ensayar una y otra vez para que la coordinación sea precisa y se registre sin cortes, como si fuera en vivo.
 
Cuando estaba haciendo la tesis de grado para obtener el título de Físico en la Universidad de Los Andes, comprendió que sería más feliz dejándose arrastrar por su pasión a los olores que se mezclan en las ollas y se transforman a fuego lento, al vapor, en el horno o en un sofrito. No escaparía de ese deleite. Tomó la decisión firme al leer una entrevista de Franz Conde, un reputado chef con quien trabajó por primera vez. "Lidiaba con la cocina pero no profesionalmente. A los 14 años fundé un club de gastronomía junto al hoy cineasta Alberto Arvelo y hacía catering -comida por encargo- para mantenerme en la universidad".

-Coqueteabas con la cocina ¿Por qué?
-Mi familia es muy gastronómica, nuestros genes tenían que ver más con la cocina que con cualquier otra cosa.
 
-¿Fue difícil tomar la decisión de colgar el título de Físico para entregarte al oficio de cocinero?

- Sí, si lo fue. Yo necesito tener la vida planificada. No aguanto las improvisaciones. ¡Claro! Tenía como un camino muy labrado, estudiaría un Postgrado en la Universidad de Standford California para especializarme en Física Teórica. La intención era tomarme un tiempo para darle rienda suelta a mi pasión, cocinar y cumplir mi fantasía.

Comenzó como asistente de cocina en la casa de Armando Scanone hasta que su admirado Franz Conde le dio la oportunidad en la cocina del recordado Seasson Club, un establecimiento de lujo en el CCCT. Era un recomendado de Benami Fredman quien tenía la responsabilidad de elaborar la propuesta gastronómica. "Era un "chamito", tenía como mucho 22 años. "Se armó ese proyecto fabuloso, casi irrepetible, en una época de oro de Venezuela".

-El placer se deleita. ¿Su inicio en los fogones fue de a poco?

- No, comencé serio de una, a trabajar todos los días. A la cocina uno no se puede incorporar de otra manera porque es un estorbo. Si me llega una persona que sólo quiere trabajar los miércoles de una vez le digo que no. En este tiempo me di cuenta que dedicarme a la cocina era posible y tenía talento natural.

No iba a empecinarme en una actividad donde tuviera posibilidades de crecer y me sentí cómodo con las exigencias del horario, la gritadera, el régimen que se impone en una cocina.

-¿Cómo se identifica el talento?

-Eso es natural. Nadie te puede enseñar a cocinar rico. Eso no existe. Si no tienes cualidades para entenderte con el mundo de los fogones no hay poder sobre natural que te lo enseñe. El estudio, la disciplina y el entrenamiento facilita que cocines correctamente.


 
 
 
- ¿Y qué se requiere para trabajar en una cocina?


-Tener una estructura militar en la cabeza. Hay una jerarquía y uno tiene que respetarla: si chef, no chef, hay que obedecer o sufres mucho.

-¿La disciplina militar no coarta la pasión por los fogones?

-Absolutamente no. La disciplina militar es un régimen de respeto jerarquizado, uno acepta que el procedimiento es así y punto. En una cocina el proceso creador es exclusivo del jefe mayor.



La manera como yo cocino


Quiso ser venezolano y no hindú como su mamá, aunque viste de sari a diario y desborda espiritualidad. Es un buen conversador alrededor de una mesa bien servida.

-¿Cuál ha sido tu mayor fiasco?

- Cuando quebré mi restaurante en Mérida, fue muy doloroso.

-¿Por qué sucedió?

-He hablado con todos los cocineros amigos míos y no hay ni uno, que no haya pasado por 6 restaurantes. Es parte de la experiencia hasta que llegas a cierta madurez para entender cuál es el tipo de negocio que se amolda a ti como cocinero.

Pasé mucho tiempo resentido con la ciudad de Mérida, porque era mi restaurante y quebrar fue un fracaso que no esperaba en mi propia ciudad, hasta que un día entendí que el culpable era yo y me reconcilié con ella.

-¿El mayor éxito?

-Que me considero un embajador de Venezuela. ¿Sabes lo bonito qué es amar al país a través de su gastronomía? Es lo más lindo que me ha pasado: la vida me dio la oportunidad excepcional de representar al país en algo en la cual los venezolanos nos sentimos muy orgullosos como lo es nuestro acervo cultural.

Decidí hablar de mi país en un aspecto en torno al cual todos estamos de acuerdo. Ni siquiera tengo la tentación, absolutamente perversa de la mayoría de los venezolanos, de hablar mal de su propio país como una manera de oponerse al gobierno.



Me enorgullece que se me acerquen y me identifique primero: ‘tú eres venezolano’.

-¿Cuáles son los platos orgullo de tus fogones?

-La manera como yo cocino porque me gusta muchísimo mi comida. A lo que quiero llegar es que eso es más inusual de lo que parece. El punto es: ¡que rico lo que preparo! Hay millones de cocineros que no se comen lo que hacen. He tenido la fortuna de inventar una cocina que es la que disfruto comiendo dándole coherencia a mi vida. Amo los granos, entre los cuales, las lentejas son mis preferidas.

-¿Sueños por cumplir?

- Que el movimiento gastronómico venezolano se conozca mundialmente, como el mexicano y el peruano. Es mi gran proyecto de vida. Tenemos con qué.

-¿Cuánto tiempo puedes pasar sin acercarte al fogón?

-Yo cocino todo los días, es lo único que me relaja.

-¿Con cuál plato se puede curar una herida del corazón?

-Con clavitos de olor, porque un clavo saca otro clavo.

-¿Y la mejor receta para compartir una alegría?

- Con lo que la otra persona le gusta comer que es un acto de seducción purísimo. ¿Sabes quién es el peor cocinero? El arrogante, el que prepara los platos que le quedan bien sin pensar en lo que le gusta al otro. La única mesa profundamente seductora es que la que sirves pensando en lo que deleita al otro.

Los países y sus sabores

-¿Los sabores pueden definir a un país?

-¡Eso es precioso Dhameliz! El hombre perdió la capacidad de marcar su territorio y ya no sabe cuál es su espacio. Pretende que sea las paredes de la casa, las rayitas del mapa que limitan al país o el pasaporte.

La globalización rompe todas las barreras, pero además las delimitaciones pueden ser violentadas. Hoy en día en Venezuela basta para que un funcionario público se enamore de tu terreno para que te despojen. El territorio es una entelequia, entonces, la forma que el hombre moderno estableció su espacio vital ha sido a través de la gastronomía. Aprendes a comer cosas que a otros no les gusta pero te identifican como un pueblo. Te aseguro que si yo en medio de estos extranjeros -estamos conversando en unas tumbonas en los alrededores de la piscina del crucero Celebrity Soltice- pusiera acá una tabla de quesos criollos, con unos bollitos y unas hallaquitas ninguno se acercaría a comerse esa "vaina". Ninguno.

En cambio el grupo de venezolanos nos concentraríamos alrededor de la mesa: somos un territorio establecido por esa cocina. Y ellos nos mirarán como unos extranjeros y se preguntarán cómo nos atrevemos a comer eso, y nosotros las razones por las cuales ellos no lo prueban. La territorialidad lo establece el acervo cultural, lo intangible, lo inmaterial.

-¿Venezuela tiene un sabor?

-¡Uno no. Venezuela tiene una cultura gastronómica vastísima! Y no te lo digo por chauvinismo, pero he cocinado en todos los países latinoamericanos menos en Bolivia y Paraguay, en los demás de arriba hacia abajo. Y yo pongo una de las recetas de la cultura gastronómica tradicional de cada región a competir con el recetario popular venezolano y sigo considerando que técnicamente es la mejor, en serio, pero no nos hemos dado cuenta.

-¿Me puedes dibujar el mapa de Venezuela a través de sus sabores?

- Yo soy merideño y estoy cansado que me digan que el sabor venezolano es el ají dulce porque también es de Mérida, pero también el cilantro, el cebollín…

-¿Y el sabor de Guárico?

- La salazón. El chigüire, la baba.
-¿La costa?

- A pescado frito, tostón y podrías llevarlo más allá, hasta el cazón.

-¿Se diferencian la comida mantuana de caraqueñas con la valenciana?

-Son muy parecidas en el sabor agridulce aunque tienen puntos que las regionalizan.


Sumito Estevez: Hallaca Caraqueña 1/3