domingo, octubre 09, 2011

La exitosa precocidad de Daniel Durán

A los 17 años, siendo todavía un estudiante de bachillerato, comenzó a trabajar como operador master en el extinto canal Puma TV y al poco tiempo ya dirigía y producía su propio programa. Su experiencia en el mundo audiovisual, combinada con su pasión por la música, lo ayudaron a descubrir tempranamente que su destino profesional estaba en la dirección de videos musicales.


Ricky Martin, Chino y Nacho, Gilberto Santa Rosa, Oscar D’León y Franco y Oscarcito son sólo algunos de los artistas para los que ha trabajado
 
Isbel Delgado idelgado@el-nacional.com ­
Fotografías Julio Lozano comounelefante@gmail.com
 
 

Mil dólares y la orden de una madre que se convirtió en sentencia: "Haz rendir ese dinero y cómete el mundo".

En enero de 2003 ­en pleno paro petrolero­, Daniel Durán decidió irse a Miami en busca de un nuevo destino profesional. Pero no era ningún novato. No había alcanzado la mayoría de edad cuando una amiga le propuso trabajar en el entonces naciente Puma TV. Y allí, viendo videos musicales durante toda su jornada laboral, supo lo que quería hacer. Fue editor, productor y director de programas en lo que prometía ser el canal musical de Venezuela. Se graduó como técnico de cine, estudió Comunicación Social en la Universidad Santa María y trabajó como asistente de dirección de comerciales. Había llegado a un buen punto.

La necesidad de buscar nuevos horizontes y un panorama laboral no muy claro lo llevaron a tomar una decisión que estuvo impulsada, fundamentalmente, por su madre, Hercilia Lloreda: "Ese proceso fue decisión mía. Yo había trabajado en una empresa privada y estaba parada. Y él ya había salido de Puma TV. A él le costó mucho, fue algo que decidimos de un mes para otro. Se fue sin contactos y dispuesto a hacer cualquier cosa. Cuando venía para acá le volvía la alegría, hasta que llegó un momento en el que me di cuenta de que mi hijo no era de aquí, era del mundo".
 
Si eso significa hacer videos musicales para grandes estrellas de la música y grabar en locaciones tan disímiles como Canaima, Miami, Madrid o Shanghai, entonces sí, el hijo hizo caso y se comió el mundo.
Nunca mil dólares habían rendido tanto.

De Choroní pa’ Shanghai. En sus tiempos de estudiante en el Colegio Francia, Daniel Durán imaginaba qué quería ser: jugador de básquet profesional. Era el capitán del equipo y además sentía inclinación por los idiomas y la literatura. Y aunque no llegó a cumplir su meta deportiva, había otra cosa que ejercía una atracción tan poderosa como el básquet: la música. Durán pasó de tener una "bandita de rock" en el colegio a involucrarse en un género tan disímil como el hip-hop cuando se convirtió ­con apenas 18 años­ en el director y productor del espacio Rap & Jam, de Puma TV.




Su corta edad no le impidió aprovechar la oportunidad de aprender, aunque él mismo reconoce que no tenía idea de lo que implicaba su responsabilidad: "Cuando entré en Puma era como un juego, no estás muy consciente de lo que estás haciendo. Vi que en Venezuela había un movimiento muy fuerte de hip hop y sentía que hacía falta un espacio. Hice la propuesta para hacer un programa y me convertí en el productor de Rap & Jam. El programa tuvo mucha aceptación de las discográficas", cuenta Durán, como si se tratara de una anécdota de bachillerato.

Trabajar en un canal musical fue determinante para que el precoz productor, director y editor supiera a qué quería dedicarse por completo. Todavía estaba muy lejos la idea de trabajar con Ricky Martin o de hacer el videoclip de los ganadores del Grammy Latino, Chino y Nacho. Pero la dirección de videos musicales era ahora el nuevo reto de este caraqueño que también se ha dedicado a la dirección de comerciales.

Su precocidad también se puso de manifiesto en Miami. En 2004, un año después de su llegada y de trabajar como asistente de producción y dirección, asumiría su primer proyecto como director para un video musical del cantante puertorriqueño Big Boy.

Tres años después dirigiría un documental de la gira Black and White de Ricky Martin y, al mes siguiente, haría lo propio con Conteo regresivo, de Gilberto Santa Rosa, que fue número uno en varias carteleras de canales especializados.
 

Lo que vendría luego sería una seguidilla de proyectos exitosos con artistas como Oscar D’León, el desaparecido dueto de Franco y Oscarcito, Servando y Florentino, Chino y Nacho, Víctor Drija y Los Cadillac’s, entre otros artistas. Llama la atención la cantidad de proyectos realizados con talentos probados en el género de la música urbana, algo difícil de predecir en el niño que a los 11 años empezó a tocar la guitarra eléctrica mientras escuchaba Aerosmith y Guns and Roses. ¿Para hacer el video de un artista necesariamente tiene que gustarle la canción? Parece que no siempre es así, pero Durán reconoce el papel que este nuevo género tiene en su trayectoria profesional: "Para involucrarme en un proyecto me gusta que el artista quiera trabajar conmigo, eso para mí es vital. Ha habido temas que no van conmigo, pero que he aprendido a respetar. Respeto mucho la música urbana. Mis mejores videos han sido con ese género".


Su nombre ha sonado en los últimos meses debido a las producciones que ha realizado para artistas nacionales, que han tenido repercusión en canales especializados, como "Pa’ que lo tengas claro", del desparecido dueto Franco y Oscarcito, "1,2,3" de Víctor Drija, que llegó al top ten de HTV y se mantuvo durante 35 días consecutivos para ser desplazado por "To el mundo ta’ loco", de Los Cadillac’s, video que también realizó Durán.

Pero más allá de los números, el despliegue técnico y de recursos de los videos "Lo que no sabes tú", de Chino y Nacho, o "Bla, bla, bla", de El Potro Álvarez han dado de qué hablar en la escena local: se dice que este último es uno de los videos más costosos en la historia de la producción nacional. En ambos pueden verse imponentes paisajes venezolanos, como las playas de Choroní, el archipiélago de Los Roques o los médanos de Coro. "Con `Lo que no sabes tú’, el Chino puso sobre la mesa la idea de hacer algo que nos representara afuera. Al final hicimos viñetas de cómo somos los venezolanos: somos un raspadero, un peñero pescando, un juego de dominó en la calle, mujeres, béisbol. Eso somos y decidimos ponerlo en un video".
 

Aunque la pieza ya no puede verse en Youtube ­por cuestiones de derecho de autor­, al momento de ser removido del popular portal ya contaba con 10 millones de visitas. Con la canción del Potro Álvarez la fórmula se maximiza, y es posible ver a una ex Miss Universo ­Dayana Mendoza­ recorriendo el país en una historia que incluye un helicóptero y carros deportivos.


"Si `Lo que no sabes tú’ fue una fiestecita, este video fue un rumbón", resume el director, quien luego viajó hasta Shanghai, en China, para hacer el video de Los Cadillac’s, llevando a cabo una idea que en principio parecía una locura: "Me mandaron la canción y la idea era que llegaran a un pueblo desconocido para ellos y que con su música invitaran a la gente a disfrutar. Uno de los chicos dijo en broma que nos fuéramos para China, y terminamos tomándolo en serio. Fue una gran experiencia. Cuando llegamos sólo una persona del equipo hablaba inglés. ¡Los demás sólo hablaban chino!", cuenta Durán divertido.

Vocación temprana. Su experiencia como editor y productor lo ha llevado a involucrarse en casi todas las etapas del proceso, aunque confiesa que el tiempo y la agenda le impiden dedicarse a la edición de sus proyectos como lo hacía en el pasado. Sin embargo, ve difícil alejarse de la producción, porque es su manera de garantizar un buen resultado. Casi todas sus piezas tienen que ver con una historia que va desarrollándose a lo largo de la canción, los videos conceptuales no son lo suyo. Pero, ¿qué pasa cuando la visión de los artistas no concuerda con la idea que tiene en mente? Al parecer, su trayectoria le ha evitado pasar por malos ratos: "He tenido suerte de que a todos les gusta lo que les propongo. Cuando tienen ideas hacemos un mix y sale algo genial, pero cuando les tengo que decir que no, me han escuchado. He logrado que los artistas crean en lo que hago".

Trabajar con famosos, vivir viajando de un lugar a otro y tener contacto con los medios de comunicación convierte a Daniel Durán en una celebridad. En Facebook existe un perfil con su nombre que fue creado por un admirador de su trabajo, tiene más de 22.000 seguidores en Twitter y hasta un modesto pero laborioso club de fans oficial. Es curioso que quien está detrás de la cámara tenga, al mismo tiempo, tanta exposición: "A veces no lo entiendo, pero por otro lado me divierte. Esas cosas se valoran y agradecen. Últimamente me he puesto a pensar en qué es lo que la gente quiere ver y esa transición es difícil porque uno como artista quiere plasmar su visión, pero mi labor es hacer cosas que la gente disfrute, que vean el video y se olviden de todo".

Con apenas 31 años y una carrera fructífera que apenas despunta, es fácil predecir lo que vendrá.

Su madre ve lo oportuno que fue para su hijo haber descubierto lo que quería hacer en la vida con la precocidad de los visionarios. Y hasta lo sitúa logrando méritos insospechados: "Siempre le digo que agradezca a Dios porque descubrió desde temprano lo que quería. Yo lo veo como director de cine, haciendo grandes películas y con un Óscar en la mano". ¿Y él le ha contado que quiere hacer eso? "No. Pero yo me he adelantado a cosas que le han sucedido". Si es así, quizá no habrá que esperar mucho.



Fuente:
Revista Todo en Domingo

domingo, octubre 02, 2011

Los artesanos de la música

Son maestros en el delicado oficio de elaborar instrumentos. En un país pleno de orquestas, los luthiers veteranos y una amplia generación de relevo se encargan de suplir a la creciente avanzada de músicos locales.
En sus manos está el delicado oficio de elaborar y restaurar los instrumentos que luego mostrarán su sonoridad. El oficio que llegó de Cremona, Italia, tiene en el país varios maestros veteranos que lo representan y una amplia generación de relevo en formación. En el Sistema existe un semillero de luthiers que ya ha creado y reparado los instrumentos que luego están en manos de las orquestas. Su sede principal está en Caricuao y sus pupilos se reproducen en toda Venezuela .
Ellos son "Los Apóstoles de las Cuerdas"

 Jonathan Reverón elreveron@gmail.com / @elreveron ­
Fotografías Marcel Cifuentes marcelcifuentes@gmail.com



A principios de los años 60, con la fundación Fe y Alegría, el padre José María Vélaz se impulso el sueño de construir una taller de lutería en el país.





El sacerdote mandó a sembrar árboles de fresno en Mérida, esperó con paciencia a que crecieran y con el hallazgo de artesanos de distintas partes del mundo, se comenzaron a construir los primeros violines. Al mismo tiempo, varios inmigrantes europeos, artesanos y músicos, se instalaron en sus nuevos talleres para servir a los entonces emergentes movimientos orquestales de Venezuela.

El maestro José Antonio Abreu se unió al esfuerzo y El Sistema abrió el primer taller de lutería, el Centro Académico de Lutería (CAL), hace casi 30 años. El semillero de artesanos tiene su sede principal en Caricuao y su director, Henry Parra, define brevemente la misión del proyecto encomendado. "Actualmente estamos en 15 estados a nivel nacional con luthiers que tienen como función restaurar los instrumentos de cada núcleo. La idea es cubrir la geografía nacional".

Hoy en día el centro de Caricuao sirve como piloto para el resto de las regiones. Allí se preparan jóvenes artesanos que regresan a sus ciudades de origen a satisfacer la demanda en la construcción y reparación de instrumentos.

Todavía vive acá parte de aquella misión de artesanos recomendados por la Unesco para formar a las nuevas generaciones de luthiers. En uno de los talleres, lijando un cuatro con sus manos y cubierto de canas está un tótem: Rómulo Alaluna, artesano peruano que muestra con orgullo su foto con el maestro Alirio Díaz. "Ahorita estamos preparando unos cuatros, pero nosotros en este taller nos dedicamos a la construcción de guitarras. En el oficio llevo toda mi vida. Creo que desde que nací. Esto es algo de tradición, mi abuelo lo hacía, mi padre también".

Ahora una de sus hijas se dedica a la construcción de arcos para instrumentos de cuerdas.

Todas las mañanas del mundo.
 
 
Matías Herrera, venezolano, hijo de inmigrantes italianos, es uno de los tantos herederos de la tradición milenaria.


Conversa todo el tiempo de pie y con un violín en la mano frente al foco que ilumina su mesa de trabajo repleta de herramientas. "Yo venía de estudiar distintas cosas relacionadas con el arte. Había estudiado música, tocado distintos instrumentos, investigado sobre su historia. No pensaba que iba a ser constructor de instrumentos porque le tenía miedo a la madera. Trabajé el metal, el cuero, había hecho hasta joyería, pintura, pero la madera era un tabú, era un material que no entendía". Y por esas cosas que llaman razones de la vida, cuenta que llegó a Caracas un luthier portugués de Angola al Emil Friedman. Aquí el maestro y fundador del colegio caraqueño le brindó la posibilidad de vivir e instalar un taller. Herrera lo conoció y se convirtió en su aprendiz. "En septiembre de 1978 me fui a tomar clases a la Academia de Cremona. En la época en que yo llegué había mucha gente bohemia. Del 75 en adelante empezó un boom: la ciudad estaba llena de hippies que querían aprender lutería: franceses, alemanes, ingleses, japoneses, y latinos. Era muy interesante porque todo el mundo armaba un taller en su propia casa. Claro, la economía de la época era otra. En Alemania y Francia eso estaba prohibido, no podías hacer nada fuera de la escuela".



En casa de Gisela Bastidas, en Los Teques, no existe una hora muerta. Todas las mañanas, todas las tardes y no sabemos si las noches, el timbre de su puerta suena repetidas veces para que entre un nuevo paciente.

Muchos de los enfermos tienen tuercas y dispositivos para que las caderas retomen sus formas. Son todos contrabajos, que llegan uno detrás del otro. "Mi hija me dice que la boté de la casa, que no le alquilé la habitación en Caracas para que estudiara más cerca de donde vive, dice que preferí los instrumentos en su lugar",se ríe Gisela, sentada sobre una mesa de trabajo que la hace ver más alta de lo que ya es. "Yo tocaba el cello en San Fernando de Apure, y mi beca no me alcanzaba para mandar a reparar mi instrumento.

Cuando llegué a Caracas y vi por primera vez un taller dije: esto es lo que quiero". Bastidas también se fue a Cremona a reforzar lo aprendido con su maestro Matías Herrera.



La talla latina. Al lado de Bastidas, silente y con la vista puesta en un violín, está Marcelo Di Sante, maestro ítalo-venezolano, nacido en Catia pero que acaba de regresarse de Perugia donde vivió hasta hace semanas.

"No son muchos los luthiers venezolanos que conozco, pero por lo poco que he visto, a diferencia de Europa, hay una mayor libertad. El europeo es muy rígido en su tradición. Aquí hay una historia sin prehistoria.

A la hora de trabajar podemos ser más libres, quizás por eso me vine". Lo que el maestro Di Sante quiere decir, lo explica el maestro Marco Antonio Peña en su ensayo sobre la lutería en Venezuela. "En Europa se reglamentaba el estudio y la práctica de la lutería al menos desde principios del siglo XVI a través de gremios que impedían el establecimiento de luthiers que no cumplieran los requisitos de formación, experiencia y sometimiento a exámenes que se estipulaban.

Los gremios llegaban al extremo de especificar qué clases de instrumentos podía construir cada artesano, prohibiendo que elaborara cualquiera otro, e incluso reglamentaba los materiales y estilos de ornato. Hoy día, regulaciones igualmente estrictas, si bien más lógicas y amplias, siguen vigentes en países como Alemania, donde la única vía para llegar a ser luthier supone tres y medio años de estudio académico, tres y medio años más de pasantías bajo la tutela de un maestro luthier ya establecido y finalmente la presentación de un examen de maestría teórico y práctico de una semana de duración ante un jurado experto. Tras la aprobación del examen de maestría se autoriza al nuevo luthier para ejercer por su cuenta.

En Italia debe estudiarse cuatro años, y después se acostumbra a hacer una especialización".

 
 
En esa suerte de retiro que es el CAL en Caricuao, Henry Parra explica los avances y la calidad de los instrumentos hechos acá. "Ya en las Orquestas Sinfónica Juvenil Simón Bolívar y la Juvenil de Caracas están tocando con instrumentos construidos por nosotros. Muchos de los artesanos en el proceso de aprendizaje de la lutería se van integrando también al sistema de orquestas. Nuestro ideal es que a futuro todos los artesanos también estudien música. Que salgan de acá como técnicos que puedan presentar un documento que los avale a escala nacional e internacional. Hemos logrado que luthiers de gran calibre mundial vengan a avalar y dar cursos magistrales para estar al día con las escuelas más reconocidas del planeta". Edgar Torres tiene 22 años, vive en Yare y sale de su casa todas las madrugadas a Caricuao, al taller del CAL. Al mismo tiempo, toca la viola en el núcleo de su comunidad. "Uno se relaciona más con el instrumento, vives la forma en que surge.


Mi sueño es interpretar una viola construida por mí".

Torres divide su tiempo entre el taller, la universidad y los ensayos de la orquesta.

Si el oído es la antecámara del alma, Virginia Woolf dixit, el luthier y su taller componen la fábrica que alimenta la sustancia espiritual. El ambiente de un taller es casi místico. Está la madera virgen, instrumentos a la mitad de su construcción, las herramientas, el reposo de piezas que necesitan permanecer inmóviles durante cierto tiempo para que puedan ser ejecutadas. "Se necesita mucha paciencia. Este trabajo implica seguir un proceso metódico y no puedes ir a otro lado si no has superado un paso. Uno de los momentos más difíciles para un luthier es cuando se pregunta en qué momento está terminado un instrumento. Otros ojos lo ven listo, pero ¿está listo? Siempre pudo haber estado mejor", dice Matías Herrera que repara un violín construido por él, y piensa que su barniz es perfectible. "Esto no es sólo sentarte a fabricar un violín por hacerlo. Tienes que ser músico. No sé por qué tengo esta teoría. Yo creo que a uno se le desarrolla un sentido con la música. Implica conocerla, que el músico toque un contrabajo que estamos restaurando y poder identificar cada nota. Yo los afino, los pruebo, ya no toco. Me corté los tendones en un accidente y guindé el cello. Cuando escuchas tu instrumento en una sala de conciertos, esa sensación sólo la conoce la persona que pasó horas, encima de un bloque de madera, haciéndolo".
 
Fuente:
Revista Todo en Domingo